03 Feb DIETAS RÁPIDAS DE ADELGAZAMIENTO
Posted at 16:09h
in Ácido hialurónico, ADELGAZAR, Aesthetic Treatments, arrugas, Aumento de labios, Aumento de pecho, Cirugía Estética, cirujano plástico, Clínica estética
La consolidación de la delgadez como ideal estético ha llevado a la aparición de un sinfín de propuestas en forma de dietas rápidas que prometen eliminar peso en poco tiempo. Conocer las bases de estos regímenes ayuda a determinar sus posibles riesgos.
Los objetivos principales de las dietas de adelgazamiento son la pérdida de peso y la educación alimentaria del paciente, fenómeno este último que la mayoría de dietas de temporada o de urgencia no suelen cumplir. La aparición de este tipo de regímenes “rápidos” se produce básicamente con la llegada de la primavera y el buen tiempo, debido a la proximidad del verano, época en que la estética desempeña un papel principal.
Es en este contexto cuando la búsqueda de dietas rápidas y divertidas que combinan alimentos más o menos apetecibles, o bien de regímenes muy estrictos pero que se soportan por la brevedad de tiempo de duración, hace que se siga un sinfín de dietas sin validez nutritiva ninguna, que, si se mantienen de forma persistente, pueden generar problemas de cierta gravedad.
Lo mismo sucede cuando la selección de este tipo de dietas no está guiada por el consejo de un especialista, ya que no todas las personas se encuentran en estado óptimo para realizar estos descalabros nutritivos.
Tipos de dietas rápidas
Las alternativas dietéticas para “perder Kilos” o adelgazar rápidamente se pueden concretar en varios grupos. Pero además, existen aquellos regímenes denominados dietas hipocalóricas equilibradas.
Éstos contienen aproximadamente de 800 a 1600 kcal, en una proporción equilibrada de los nutrientes (50% en forma de hidratos de carbono, 30-35% en forma de grasas y 15-20% en forma de proteínas), y en ellas se recomienda la exclusión de la ingesta de alcohol y bebidas que contienen gran cantidad de hidratos de carbono simples (azucarados).
Dado que las dietas equilibradas son ricas en verduras y frutas, no es necesario un aporte adicional de vitaminas y minerales, aunque por prevención, muchas veces se prescriben suplementos, ya que el paciente disminuye la ingesta de los alimentos citados con el fin de acelerar el proceso de adelgazamiento.
Con estas dietas se suele conseguir un descenso ponderal de 5-6 kg/mes durante el inicio, y posteriormente esta cifra desciende a unos 2.5 kg/mes, durante un año, siempre que estos kilos estén en exceso.
Dietas especiales o atípicas
Ayuno total (o dieta cero)
El ayuno total consiste, como bien puede suponerse, en no ingerir ninguna clase de alimentos, aunque sin embargo, se suministra agua a voluntad, vitaminas y sales minerales.
Esta dieta es cada vez menos utilizada, ya que requiere hospitalización y vigilancia continuada. Además, los exiguos resultados a largo plazo no justifican el enorme sacrificio y el gasto que comportan al enfermo, especialmente porque cuando la persona suspende el ayuno absoluto suele ganar peso con rapidez.
Esta pauta genera complicaciones importantes (cetosis), hipopotasemia, anemia, acidosis láctica, lo que unido a la necesidad de hospitalizar al enfermo, la hacen muy poco aconsejable.
Dietas con muy pocas calorías o ayuno modificado
Son dietas líquidas o semilíquidas, que se utilizan en obesidades importantes o, en determinados casos, como tratamiento inicial. Son dietas de entre 300 y 500 kcal, con un aporte proteico de unos 40-70 g diarios de proteína de alto valor biológico, siendo el resto calórico suministrado fundamentalmente por hidratos de carbono: 60 gr y grasas: 24g. Para evitar graves complicaciones, estas pautas deben tener en cuenta los suplementos de vitaminas y minerales.
Estos tratamientos suelen ser bien aceptados, aunque a veces se pueden presentar síntomas de cefaleas, fatiga, intolerancia al frío y pequeñas crisis diarreicas. Otra de sus ventajas es que su prescripción no precisa ingresar al paciente, el cual puede realizar una actividad laboral normal.
Por otra parte, los efectos anoréxicos de estas dietas son menores que los de ayuno absoluto, puesto que al contener una porción de hidratos de carbono suficiente para las necesidades diarias, éstos eliminan la formación de cuerpos cetónicos. Sin embargo, la pérdida ponderal es similar a la que se obtiene con el ayuno absoluto, obviándose, además los peligros que este último conlleva.
Otra de las ventajas del ayuno modificado sobre el ayuno absoluto es que el primero no produce una caída tan rápida del metabolismo basal (que en el ayuno total es aproximadamente del 20% o superior). Esto se debe principalmente a la disminución de la T3 (hormona tiroidea de estructura proteica), provocando como consecuencia un estado de hipotiroidismo en el que el paciente se queja muy a menudo de frío, letargia (o sueño morbosos profundo y continuado) durmiendo mucho más de lo habitual.
La presencia del aporte proteico impide la disminución de la albúmina, del hematocito, de la hemoglobina, de los hematíes y del hierro sanguíneo. Asimismo, el mínimo aporte necesario de glúcidos impide la pérdida de potasio, sodio y calcio, y las complicaciones que dicha pérdida conlleva. Por último, con el ayuno absoluto se da, con mucha frecuencia, la formación de un hígado graso debido a la excesiva movilización de ácidos grasos del tejido adiposo y a la acumulación de éstos en el hígado.
Este tipo de dietas con muy pocas calorías son muy estrictas y sólo se pueden utilizar durante periodos de tiempo limitados, con un máximo de 15 días. Durante este periodo se deben realizar controles analíticos y del corazón (electrocardiograma).
Dietas proteicas
Las dietas hiperproteicas se basan en el aumento total de las proteínas (hasta 100-200 g por día en una dieta hipocalórica). Así, por ejemplo, en una dieta de 1200 kcal corresponderían del 30 al 40 % del total de las calorías.
Estos regímenes se apoyan en el elevado efecto térmico de las proteínas, es decir, en el gasto energético ocasionado por su metabolización. Este gasto energético asciende al 20-30% del total calórico. Por ejemplo, en una dieta con 100 g de proteínas, éstas portan, por combustión celular, un valor energético de 400 kcal en forma de calor (un gramo de proteína libera 4 kcal), pero para poder llegar a producirse esta combustión, se ocasiona una liberación energética “extra” a expensas del material de reserva (las grasas). Esta energía extra oscila entre el 20-30 % del valor calórico total de las proteínas ingeridas, lo cual se traduce en un valor de 80-120 Kcal, que se suman a las 400 totales.
La ventaja de esta dieta es que es muy bien admitida por parte de los pacientes, pero no se puede prescribir durante mucho tiempo, pues no es equilibrada y, por otra parte, puede ocasionar un exceso de ácido úrico libre en sangre. Este ácido aparece como resultado del metabolismo de la proteína alimentaria, pero sobrecarga de ácidos al organismo, y puede ocasionar depósitos de éste en las articulaciones (gota) en pacientes con predisposición.
Así pues, es una dieta válida como alternativa temporal a una dieta hipocalórica equilibrada o como inicio de un tratamiento.
Por otra parte, dentro de este grupo también se encuentran las dietas que aportan unas 1000 Kcal diarias, aunque no son tan estrictas como las de ayuno modificado. Éstas se pueden aplicar a obesidades del grado IV y III y si se complementan con vitaminas y minerales, pueden realizarse durante un periodo bastante largo de tiempo, siempre bajo la supervisión de un profesional.
Pautas intermitentes
Estas pautas introducen de forma intermitente una dieta alternativa del tipo “monodieta” (a base de zumos de frutas, derivados lácteos o combinado ambos grupos alimentarios en un mismo régimen). En cualquier caso, estas conductas sólo son útiles como pautas de mantenimiento.
Peligros de las dietas rápidas de adelgazamiento
Habitualmente, los regímenes dietéticos de pocas calorías tienen un aporte de proteínas por debajo del requerimiento básico, con lo cual la persona consigue una pérdida de peso a expensas del tejido muscular, movilizando mínimamente el tejido graso. Las pérdidas rápidas de masa muscular producen lógicamente una sensación de cansancio constitucional que, junto a la sensación de hambre inicial, hacen que la persona abandone el régimen.
Así, cuando una persona llega a esta decisión sin tener en cuenta unos pasos sucesivos de realimentación, se produce una espectacular recuperación del peso anterior, pero esta vez en formación de tejido graso.
Muy a menudo las dietas rápidas se repiten con frecuencia a lo largo del año o según temporadas, desequilibrando el funcionamiento normal del metabolismo y la proporción de tejidos, debido a la pérdida muscular que se produce durante el régimen y a la ganancia de tejido graso que se da en la fase de recuperación. De esta manera la persona, dieta a dieta, empeora su estado corporal hasta niveles casi irreversibles.
Y es que las dietas rápidas se saltan con mucha frecuencia las fases de adaptación gradual como la fase restrictiva calórica con preservación proteica, fase de mantenimiento y control evolutivo, fase de realimentación progresiva o la etapa de recuperación con alimentación disociada. En realidad, las etapas de dieta restrictiva calórica, realimentación o mantenimiento, tienen que ser valoradas de un modo progresivo, sin afectar la fisiología del organismo y preservando sus funciones metabólicas y depurativas.
– En cuanto a la alimentación, lo importante de esta dieta rápida es respetar el nivel de necesidades proteicas diarias. De esta forma, se mantiene lo principal en un régimen, es decir, la pérdida del tejido graso, respetando el nivel proteico orgánico representado por la musculatura, la piel y los órganos internos.
– Es imprescindible llevar un control médico para poder valorar la evolución y las posibles indicaciones médicas complementarias. Por ejemplo, la pérdida de peso, por término medio, debe de oscilar entre 1.5 y 3 kg a la semana, manteniéndose regular a lo largo del tratamiento, aunque se sabe que al principio del régimen (las 2 primeras semanas) la pérdida es mayor, debido a un reequilibrio hidroelectrolítico de nuestro cuerpo (pérdida de agua).
– No se debe abandonar una dieta rápida de un modo súbito, sino que hay que iniciar la fase de realimentación progresiva para finalizar el tratamiento con una alimentación completa, equilibrada y disociada, en la que se restablezcan unos hábitos alimentarios apropiados y adaptados a la persona. Todo ello, unido a la ausencia del efecto rebote, tan común en las dietas carenciales convencionales, consigue estabilizar el peso adquirido en una proporción considerable.
– Es preferible repartir los alimentos en cuatro o cinco ingestas al día y en horarios regulares, evitar la ingesta antes de acostarse.
– La pérdida de masa muscular y el cansancio consecuente hacen que, en muchas ocasiones, la persona siga una dieta rápida con un cambio también en la actividad física de tipo sedentario. Y es que la valoración de la repercusión orgánica de una dieta también se mide por la posibilidad de llevar a cabo la actividad física normal. Es más, una vez se preserve el componente muscular orgánico, es importante hacer ejercicio físico de forma progresiva y regular, ya que este hecho, junto con la dieta, ejerce una acción selectiva sobre la combustión de las grasas y, en su caso, ayuda a quemar las calorías liberadas por la degradación de dichas grasas. Por lo tanto, se recomienda la práctica de algún deporte al aire libre o media hora de ejercicios gimnásticos.
– En las dietas rápidas, se pueden producir dos tipos de acúmulos tóxicos: por un lado la cetonemia (aumento de cuerpos cetónicos), en relación a la degradación de las grasas y a su metabolización forzada, debida a la ausencia de azúcares simples. Por otro lado, la uremia (aumento de ácido úrico), debida al catabolismo de las proteínas estructurales (musculatura). Para evitar la cetonemia, hay que tomar alimentos (hidratos de carbono complejos como féculas y almidones) que contrarresten parcialmente los cuerpos cetónicos. En el caso de la uremia, se deberán tomar alimentos alcalinos (verduras y leche o derivados lácteos no ácidos) y fitoterapia drenadora (abedul, zarzaparrilla, diente de león…).
A modo de conclusión, hay que recordar que no se deben practicar con asiduidad dietas de adelgazamiento, ni hacer cambios frecuentes en la alimentación.
Para mantener el peso ideal una vez finalizada la dieta, es importante seguir un régimen normal pero de tipo disociado (combinando bien los alimentos) y llevar un control ponderal, pesándose cada semana. Cuando se produzca un ligero aumento de peso, éste se deberá perder rápidamente aumentando la actividad física y reduciendo las raciones alimentarias (sobre todo en grasas y azúcares).
Es más fácil impedir un aumento de peso que perder una ganancia ya instaurada y progresiva.