EL MUÉRDAGO: UNA PLANTA NAVIDEÑA CARGADA DE MITOS Y LEYENDAS


   El muérdago o Viscum álbum es un arbusto pequeño, cuyo diámetro no sobrepasa el metro de longitud. Esta planta semiparasitaria, que atrae agua y substancias minerales de la planta sobre la que crece, se consideraba un vegetal del reino intermedio y, según la leyenda, se originaba en el lugar del árbol donde había caído un rayo.
   Como planta parasitaria, acostumbra a desarrollarse sobre tres grupos de árboles: la coníferas (pinos y abetos), los árboles de hoja caduca (manzanos, perales, majuelos, álamos…) y los árboles de hoja perenne (olivos, cipreses…). Su distribución geográfica, por lo tanto, e muy amplia: el muérdago se puede encontrar desde los países escandinavos, al norte, hasta Sicilia, al sur, y desde Rusia y Turquía, al este, hasta Portugal, al oeste. En nuestro país se desarrolla principalmente en el Pirineo Central y Occidental, desde la Cornisa Cantábrica, el Sistema Ibérico, la Alpujarra granadina y la gaditana Sierra de Grazalema. La floración tiene lugar entre marzo y mayo, y las bayas maduran en los meses de noviembre y diciembre, que es cuando se procede a la extracción para obsequiarse durante la Navidad.
El peso de la Mitología
   Según la tradición, el muérdago es una planta unida a la Navidad, como símbolo de buena suerte. Además, las propiedades de este arbusto resultan todavía más beneficiosas si se recibe como regalo. Las propiedades “mágicas” que se atribuyen al muérdago se remontan a la Mitología céltica, donde es preciso evocar a Balder, dios de la luz y la vegetación. Este mítico rey causaba la muerte con el muérdago, símbolo de su personificación y quizás del paso de una forma de vida a otra superior, casi divina.
   Según esta historia, Balder se unió a Ragnarök (dios del fin del mundo) para crear una nueva filosofía de vida, el paradisíaco reino de Gimle. En este mito germánico, el muérdago representaba el instrumento en sí inofensivo que, mediante un hechizo maligno, se convierte en algo fatal.
   En las leyendas célticas, el muérdago siempre ha estado vinculado a los robles y las encinas para extraerles, como planta parasitaria, las riquezas que precisa para vivir. Además, los galos la elevaron a lo más alto de sus altares, y los germanos la llamaron guthey (la buena medicina). Los druidas también atribuían al muérdago poderes maravillosos, como por ejemplo la capacidad de sanar la epilepsia o las heridas.
   Plinio, en su Historia Natural, destaca las propiedades de esta planta y su estrecha relación con el pueblo celta: “Los druidas acostumbraban a cortar con una hoz de oro las ramas de muérdago que se habían desarrollado en encinas. Después las recogían con sumo cuidado en un paño de color blanco, para ofrecerlas luego a las divinidades, coincidiendo con el sacrificio del toro”.
   El color amarillo de la rama seca de muérdago se creía apto para descubrir tesoros enterrados. Según la mitología de la Grecia clásica, la varita mágica dorada, fabricada con un muérdago, abrió a Eneas la puerta del Infierno.
   El muérdago en sí no simboliza la sabiduría, pero si los árboles sobre los que se desarrolla (encinas y robles). Además, es transportado por los pájaros del cielo, reforzando su simbolismo de inmortalidad.
De la medicina popular a la quimioterapia y la radioterapia
   Aunque las bayas del muérdago son altamente tóxicas –su consumo provoca serios trastornos digestivos y cardiovasculares-, las hojas y tallos resultan del todo salutíferas, como es bien conocido por la medicina popular. Por eso se recomiendan por sus altas propiedades hipotensivas, antiespasmódicas, diuréticas, vasodilatadoras y antitumorales.
   Recientemente se ha probado el efecto terapéutico del muérdago, y se han demostrado positivamente algunos de sus efectos, como una ligera disminución de la tensión arterial y diurética. Asimismo, los expertos en medicina natural emplean un extracto de muérdago para fortalecer el sistema de defensa biológica del organismo humano y también para combatir las dolencias cancerosas.
   Recientemente, investigadores del Instituto Max Planck de medicina experimental de Göttingen (Alemania) y del laboratorio de Inmunología de Arlesheim (Suiza) han logrado desentrañar, al menos en parte, el secreto del muérdago. Los científicos han podido aislar el agente activo del extracto y demostrar que transmite un “impulso” al organismo para que éste se cure a sí mismo.
   El muérdago contiene una mezcla de diferentes albuminoides (proteínas), que son capaces de descubrir y fijar compuestos de glucosa (las estructuras que contienen esta sustancia se encuentran en la superficie de la mayoría de las células del cuerpo humano). Las bacterias también llevan estas proteínas en su superficie y con ellas “aterrizan” en  los puntos donde hay glucosa. Con frecuencia es éste el primer paso para una infección.
   En el extracto de muérdago, los investigadores de Göttingen sólo han podido aislar una lectina como componente principal. Esta proteína está integrada por dos unidades subordinadas: Una de ellas reconoce el azúcar y la otra, de carácter tóxico, cohíbe la síntesis de la albúmina celular.
   Los científicos del Instituto Max Planck trataron por vía ensayo con el fármaco llamado “Iscador” a enfermos tumorales y a personas que se ofrecieron voluntariamente como cobayas. En todos los casos, comprobó que el preparado a base de muérdago estimulaba determinadas partes del sistema de defensa del organismo. Observaron asimismo una actividad intensificada de un determinado tipo de leucocitos y de las llamadas células asesinas. Estos componentes del sistema de inmunidad biológica matan a las células tumorales en el organismo.
Los científicos afirman que “la lectina desencadena una serie de bioseñales que estimulan al organismo a actuar en contra de las células intrusas.
   Para la misma activación de las propias defensas, las personas sanas necesitan sólo una cuarta parte de la dosis de lectina que precisan los pacientes con tumores. Los enfermos cancerosos, reaccionan peor a este fármaco porque sus defensas propias están debilitadas de manera general.
   Una vez se ha alcanzado el nivel óptimo, ya no es posible seguir estimulando la réplica de inmunidad. Tras un intervalo de descanso de 72 horas, es precios suministrar nuevamente el extracto. También es importante dosificar exactamente la lectina de muérdago. Según los investigadores, “se alcanzan resultados óptimos con una dosis de una millonésima de gramo por Kilo de peso del paciente”. Al igual que en los productos naturales, como el “Iscador”, la composición oscila entre una serie de producción farmacéutica y otra. Por ello es preciso calibrar de nuevo la cantidad necesaria del preparado de muérdago.
   Como complemento a la quimioterapia o radioterapia, Los científicos recomiendan la terapia a base de muérdago, ya que ésta impide la debilitación del sistema de defensas del organismo provocada por estos tratamientos tan agresivos.