Baba de caracol, regenerante natural de la piel

La piel es nuestro órgano más grande. Si la piel de un varón adulto de 68 kilogramos fuera estirada, cubriría 1,7 metros cuadradosy pe­saría 4 kgr. La piel protege la red de músculos, huesos, ner­vios, vasos sanguíneos y todo lo que hay dentro de nuestro cuerpo. Nuestros parpados tienen la piel más fina y las plantas de los pies, la más gruesa. A la vista de estos datos, es fácil comprender que un cuidado de la piel y todo lo rela­cionado con este órgano es muy importante para mantener un buen estado de salud y a ello nos ayudaría, además de una alimentación co­rrecta y equilibrada, una ciencia a ca­ballo entre la estética y la medicina. Nos referimos a la cos­mética y dentro de esta mo­derna rama de la ciencia nos vamos a ocupar del cuidado de la piel, poniendo en relieve un producto novedoso y de efectos asom­broso: LA BABA DE CARACOL.
Si retrocedemos unos miles de años en la his­toria a de la humanidad, vemos que el cui­dado especialmente de la mujer por mejorar su as­pecto ha sido la cons­tante. Fué en la época egipcia, cuando la fabri­cación de productos cosméticos alcanzo su mayor esplen­dor, cuando las mujeres hacían uso de desodorantes, tónicos de la piel y capila­res, un­güentos y un sin fin de ingredientes, casi todos ellos formados por leche de burra, hari­nas, levaduras, miel, arcilla y aceites, y como en todas las civili­zaciones siempre hay una reina, llamada Mit-Hotep, y en su estancia mortuoria se hallaron numerosos tarros y vasijas conteniendo nu­merosos ungüentos. Las mujeres egipcias se maqui­llaban varias ve­ces al día, empleando una crema de propiedades de­tergentes y de­sengrasantes. Para sorpresa de arqueólogos y científicos, los restos de maquillaje para los ojos encon­trados en las pirámides demuestran que se ela­boraban casi siempre con sustancias áspe­ras como el sulfuro de plomo y el carbón vegetal. Las pinturas faciales de color marrón ro­jizo eran arcillas específicas con un alto contenido de hierro para darles ese color y también usaban remedios antiarrugas hechos con bilis de buey y huevos de avestruz. En comparación con otras cultu­ras de la época, los egipcios eran muy vanidosos y se enor­gullecían de su as­pecto. Además de los cosméticos y perfumes, los antiguos egipcios fueron los primeros en elaborar jabón a partir de un agente de lim­pieza natural llamado saponita, que se extrae de la saponaria o hierba jabonera al que añadían grasas animales y aceites fragantes. Fueron muy populares los productos suavizantes para el cuerpo, y los primeros exfoliantes cutáneos aparecieron hacia el año 1000 a.C. Se elaboraban con polvo de piedra pómez y, tanto egipcios como asirios, se frotaban el cuerpo con puña­dos de arena. Los antiguos griegos también tenían conocimientos sobre cosmética, aunque el rimel que elaboraban con una mezcla de goma y hollín pueda parecer tosco. Las mujeres se pintaban las mejillas con pastas vegetales, de bayas y semillas machacadas, para conse­guir un as­pecto saludable. Desgraciadamente para ellas, también se inclinaron por la peligrosa costumbre de utilizar albayalde (carbonato de plomo) y mercurio para el ros­tro. Sin saberlo, la piel absorbía estos metales duros que ocasionaban muertes prematu­ras. Esta tendencia funesta continuó a lo largo de siglos por las mujeres romanas que siguieron con los mismos cuidados de belleza. Volviendo a Egipto y Roma es conocido que Cleopatra confiaba en varias decenas de remedios naturales para mantener sus legendarios poderes de seducción, empeño que cambió literalmente el curso de la historia. Se dice que Marco Antonio se embriagó con el perfume de aceites de rosa y pachulí que ella llevaba en la piel y que las relu­cientes sombras de ojos azules y verdes, elaboradas a partir de pie­dras semipreciosas como el lapislázuli (mineral de color azul intenso) y la malaquita (carbonato de cobre), molidas finamente, poseían una finalidad tanto práctica como cosmética, ya que protegían la piel de los ojos de los intensos rayos solares aunque tal vez a Marco Antonio no le resultaran tan sugestivos los pintalabios y coloretes de Cleopa­tra pues se conseguían a partir de pigmento rojo oscuro de escara­bajos aplastados y del polvo de huevos de hormiga. Pero, pasó el tiempo y llegó la Edad Media, y con ella prevaleció el concepto religioso de que incentivar la belleza femenina era pecami­noso. Los sacerdotes católicos intenta­ron eliminar todas las prácticas que permitían hacer más atractivas a las mujeres. Algu­nos asevera­ron que era un enfrentamiento con la cultura árabe, que realzaba los afeites, los baños olorosos y los masajes. No vale la pena, y menos a estas a estas alturas en que los papeles se han invertido, especular acerca de las razones, pero en definitiva el resul­tado fue una época larga, oscura. La Edad Mediasupuso la decadencia de las prácticas de embellecimiento, pero lo que más daño hizo fue el abandono de los conceptos de higiene, el baño entre ellos, que propició no pocas en­fermedades. Aún así, y a pesar de la falta de aseo cotidiano, las mu­jeres continuaron utilizando algunos ti­pos de maqui­llaje, si bien el carmín sólo lo usaban las prostitutas. Fue durante los siglos XV y XVI, la gran transformación del Renaci­miento, y con ello el gusto por los placeres, la belleza y el cuidado de la piel. Las venecianas que además del rostro se maquillaban los pe­chos, gustaban de los perfumes traídos de Asia, el azmi­cle, ámbar, sán­dalo, incienso, mirra y clavo de espe­cias. La moda de la cosmética llega a Francia de mano de Catalina de Médicis. Se introducen unos perfu­mes como el neroli, el ámbar y el fran­chipano. Las manos se suavizan con miel y limón. Como dentífricos se usan las hojas de sal­via mezcladas con mez­cla de opio y carbón de madera.
Los pro­ductos cos­méticos contienen fresa, frambuesa, naranja, limón, miel, nardo. Se escriben tratados sobre belleza, y surgen las primeras ca­sas de cosmética. En la vieja Inglaterraun defensor del baño diario en esa época fue el príncipe regente, más tarde el rey Jorge IV, quien instaló un cuarto de baño en sus estancias de Brighton. La bañera, exclusiva para los hombres, se llenaba con una mezcla de agua caliente y leche con se­millas de lino (linaza) para suavizar la piel. Con la llegada al trono de la reina Victoria, se extendió por todo el país el fervor por el baño. Sin embargo no había cremas para la piel o cosmética en la buena sociedad, donde tan sólo se calificaba de respetable un toque de agua de colonia. Al aire libre se protegía siempre el cutis con velos verdes (decían que el color blanco atraía los rayos del sol) y sombreros de alas anchas. Los victorianos desaprobaban la vanidad pero consideraban el aseo como algo cercano a la santidad. El jabón estaba más al alcance de aquellos que se lo podían permitir, aún cuando no fue hasta mediados de siglo que se construyeron baños en el interior de las viviendas. Hasta entonces los baños se realizaban en una bañera de ojalata de­lante de la chimenea del salón. En este momento, ya el jabón se ven­día en largas barras sin mar­cas que se cortaban en el mostrador de la tienda. También en Inglaterra, el primer jabón lo fabricó en 1884 un tendero de Lancashire llamado William Hesketh Lever. Tuvo la bri­llante idea de fabricar pastillas de jabón ya cortadas y las estampó con la marca Sunlight. La demanda superó la produc­ción y, en 1888, William Lever compró una parcela en Mersey para ampliar su flore­ciente industria. Aunque hoy parezca obvio, la idea de Lever de dar un nombre a una pastilla de jabón para uso doméstico, envol­verla de forma adecuada y venderla con entusiasmo, suponía un concepto de publicidad totalmente nuevo. A partir de esos humildes comienzos surgieron marcas famosas de jabones como Lux, Lifebuoy y Shield, y nació la poderosa multinacional de detergentes Lever Brothers que sigue siendo hoy una de las mayores multinacionales proveedoras de jabón del mundo con el conocido nombre de Uni Le­ver. Ya a principios del pasado siglo XX, apareció un reportaje que rela­taba como la famosa actriz Sarah Bernhardt añadía 200 gde flores de malvavisco y 1,5 Kg de salvado a su baño diario. También se apoyó el Eliminador de arrugas Bernhardt: una crema de pasta de aluminio, leche de almendras y agua de rosas. En los últimos años, la industria de la cosmética y los productos de tocador ha invertido millones de euros en la búsqueda del elixir de la juventud que elimine todas las arrugas. Y así han aparecido nuevos ingredientes en escena como, por ejemplo, el colágeno bo­vino (hecho con grasa de vaca), con la promesa de ser capaz de alisar la piel y conseguir un aspecto juvenil. El problema es que las moléculas de colágeno son demasiado volu­minosas para penetrar siquiera en las capas más superficiales de la piel. Posteriormentese inventaron nue­vos sistemas transmisores para llevar ingredientes complejos a la piel con el objetivo de que llegaran a las células cutáneas envejecidas y poder” rejuvenecer­las” Se desarrollaron los microscópicos liposomas para que se filtraran a través de la piel donde, en teoría, descarga­rían sus ingredientes activos en cada célula. Entre esos ingredientes acti­vos se encuentran vitaminas, ácidos grasos esenciales, ácidos de frutas, azúcares… Pero fijémonos en esta breve historia que hemos realizado sobre usos de cosméticos, inimaginables para nuestra época y comprobaremos que su principal objetivo era la lim­pieza personal, realzar las partes bellas de nuestra anatomía y por el contrario ocultar las imperfeccio­nes y lo que era mas importante, la mayor preocupación que tenían nuestros antepasados que se podía resumir en una frase muy simple: no querían envejecer. Natu­ralmente cualquier método antiguo o mo­derno que pueda borrar de la piel el paso del tiempo, era y es siem­pre bienvenido y así desde los tiempos en que la reina Mit-Hotep uti­lizaba sus ungüentos, la romana Popea(que viajaba con su bañera para utilizar la leche de burra), o la actriz Sara Bernardtcon su elimi­nador de arrugas, se persiguieron toda clase de métodos para lograr este objetivo, logrado en parte por la moderna cosmé­tica, basada en su mayor parte en productos sintéticos. Ahora bien, vivimos ro­deados de química. Desde los materiales de construcción con los que están construidos nuestros hogares, hasta la pintura y barnices de paredes y mue­bles, pa­sando por productos de limpieza e higiene; todo ello sin olvidar las can­tidades de conservan­tes, colorantes y todo tipo de aditivos camuflados en la comida Ante tal sobre exposición química, cada vez somos más los que nos decantamos por lo natural , ya sea en nuestra alimentación diaria como en gestos tan sencillos, pero tan fundamentales como la higiene y el cuidado diarios y en esta línea esta el producto que hoy nos ocupa. Ya en otro de nues­tros artículos nos hemos referido a la serendi­pia o como los gran­des descubri­mientos se hacen casi siempre de forma ca­sual y eso fue lo que paso preci­sa­mente con uno de los pro­ductos que va­mos hoy a tratar: la baba de caracol, porque aun­que se cono­cía su efecto curativo desde la existencia de este animal sobre la piel (el caracol regenera su propia cáscara cuando se resquebraja utili­zando su baba), consig­nado por médicos y naturalistas de la anti­güe­dad y la medicina po­pular, a través de un repertorio de conoci­mientos empíricos fue al observar como los cultivadores de cara­co­les (que tan busca­dos han sido en gas­tronomía) curaban rápidamente los pe­que­ños cor­tes y heridas que se producían en el manejo de estos ani­ma­les. Esto hizo pensar que había algunas sustancias específicas en esta secreción, que comunicaban a la piel su papel protector y esti­mulante Es más, la piel de sus manos nunca tenian manchas y man­tenía un correcto trofismo e hidratación, a pesar del duro trabajo rea­lizado. Otro dato vino a sumarse a los anteriores. Desde el descubrimiento de la radiación X, a finales del siglo XIX, comenzaron a aparecer ca­sos de irradiación de la piel, de muy difícil tratamiento. Uno de los medios de reparación de estas lesiones fue la aplicación de la baba de caracol, que contribuía a mitigar los síntomas y mejorar la calidad de la piel. La sorpresa generalizada fue comprobar que la baba de caracol con­tenía un complejo de sustancias de acciones específicas sobre la piel, en especial, trófica, reparadora, anti­séptica y exfoliante. De todo su complejo contenido, las principales sustancias activas son:
1.      La alantoína. Se ha comprobado que la alantoína (químicamente la glioxil-diurea) es un estimulante de la epitelización de la piel por es­tímulo de la proliferación celular. Ayuda a eliminar los tejidos necróti­cos, inviables, sustituyéndolos por tejidos nuevos. Otra de sus accio­nes es actuar como anti-irritante, pro­tegiendo la piel de la acción de sustan­cias ácidas o alcalinas, jabones o acei­tes. La Food and Drug Administración, la exigente Agencia de comprobación de medica­mentos ameri­cana, aprueba la utilización de la alan­toína en diversas indicaciones para el mantenimiento del buen estado de la piel.
2.      Proteínas y vitaminas, que el caracol obtiene a través de su ali­mentación ve­getal. Las proteínas contribuyen al buen estado trófico de la piel, pero las vita­minas tienen, ade­más, propiedades an­tiinfla­matorias, que en este caso poten­cia la acción de los antibióti­cos na­turales contenidos en el mismo sustrato.
3.      Antibióticos naturales. Contenidos igualmente en la baba de cara­col, son sustancias capaces de actuar contra bacterias presentes habitualmente en la piel, en especial la Es­chericia Coli, el Staphylo­coccus aureus, la Pseudomona Aeruginosay el Acné vulgaris, prote­giendo de su infección.
4.      Colágeno y elastina. Estos dos importantes componentes de la piel se encuentran también en la baba del caracol.
5.      Ácido glicólico. Una de las grandes novedades de la cosmética ha sido la introduc­ción de los hidroxiácidos, que aplicados a la piel y se­gún su concentración, pueden pro­ducir desde una ligera descamación hasta un peeling intenso. Uno de los más utilizados en la actualidad es el ácido glicólico, que también está presente en la baba de caracol a una concentración capaz de producir una suave eliminación de las capas más superfi­ciales de células muertas, y promoviendo su susti­tución por células recientes, formadas bajo el estímulo de la alan­toína.
El ácido glicólico, por la eliminación de capas superficiales de la piel, también es útil para el cuidado de la piel al sol, cicatrizar cortes y desvanecer manchas.

¿Que efecto tienen estos componentes sobre nuestra piel?

Innumerables pero hay que destacar que: Es un poderoso anti ansiedad (arrugas de la frente, ojos etc. práctica­mente desaparecen), borra cicatrices, (aún las más profundas o anti­guas), elimina cicatrices de acné y ataca directamente la bacte­ria que lo produce, curándolo definitivamente, elimina marcas de quemadu­ras o de nacimiento, suaviza en un alto porcentaje las es­trías y celu­litis, es re­comen­dado en tratamientos post-cirugía, para evitar la for­mación de que­loides y cica­tri­ces, modera y hace prácti­camente invisi­bles, marcas de enfermeda­des de la piel, elimina las células muertas, o disfun­cionales, dando lu­gar al de­sarrollo de células sanas. Elimina las manchas an­tiesteticas de las manos y otras partes del cuerpo etc. Quién diría que estos pe­queños moluscos lentos y babosos serían la solución al enveje­cimiento y a las man­chas de la piel. Ahora bien, para poder disfrutar de to­das estas pro­piedades que hemos de hacer. ¿Dejar pa­sear media docena de ca­racoles por nuestra anato­mía, in­tentando aprovechar el reguero de su baba? Evi­dentemente si hicié­se­mos esto nos compararíamos con los extraños mejunjes que se po­nía Cleopatra. Afortuna­damente se ha en­contrado la forma de aplicar todas estas ventajas en forma de gel o cremo y en consecuen­cia no es ne­cesario este paseo de los caracoles sobre nuestro cuerpo ya que tras nume­rosos estudios y experiencias, se concluyó que la mejor forma de aplicar la Elicina (extracto de baba de caracol) es en forma de crema, cuyo contenido es un 80% de Elicina y un 20% de crema base o exci­pientes. De esta forma, su presen­tación es extre­mada­mente agrada­ble, su aplicación fácil, y ya inme­diatamente a la misma se nota en la piel la suavidad del producto, co­menzando pronto a apreciarse sus propiedades tróficas y reparado­ras. Por otro lado, puede ser usado a cualquier edad y tipos de piel sin contraindicaciones Como siempre en estos casos queremos poner una nota de atención sobre estos produc­tos, en lo referente precios y es que en muchos casos estos resultan abusivos. Internet, TVE, radio etc. anuncia de­terminadas marcas que en muchos casos, se pueden lograr pagando un tercio del valor anunciado en estos medios en Herbolarios y esta­blecimien­tos de productos alternativas.