05 Jan Baba de caracol, regenerante natural de la piel
La piel es nuestro órgano más grande. Si la piel de un varón adulto de 68 kilogramos fuera estirada, cubriría 1,7 metros cuadrados y pesaría 4 kgr. La piel protege la red de músculos, huesos, nervios, vasos sanguíneos y todo lo que hay dentro de nuestro cuerpo. Nuestros parpados tienen la piel más fina y las plantas de los pies, la más gruesa. A la vista de estos datos, es fácil comprender que un cuidado de la piel y todo lo relacionado con este órgano es muy importante para mantener un buen estado de salud y a ello nos ayudaría, además de una alimentación correcta y equilibrada, una ciencia a caballo entre la estética y la medicina. Nos referimos a la cosmética y dentro de esta moderna rama de la ciencia nos vamos a ocupar del cuidado de la piel, poniendo en relieve un producto novedoso y de efectos asombroso: LA BABA DE CARACOL.
Si retrocedemos unos miles de años en la historia a de la humanidad, vemos que el cuidado especialmente de la mujer por mejorar su aspecto ha sido la constante. Fué en la época egipcia, cuando la fabricación de productos cosméticos alcanzo su mayor esplendor, cuando las mujeres hacían uso de desodorantes, tónicos de la piel y capilares, ungüentos y un sin fin de ingredientes, casi todos ellos formados por leche de burra, harinas, levaduras, miel, arcilla y aceites, y como en todas las civilizaciones siempre hay una reina, llamada Mit-Hotep, y en su estancia mortuoria se hallaron numerosos tarros y vasijas conteniendo numerosos ungüentos. Las mujeres egipcias se maquillaban varias veces al día, empleando una crema de propiedades detergentes y desengrasantes. Para sorpresa de arqueólogos y científicos, los restos de maquillaje para los ojos encontrados en las pirámides demuestran que se elaboraban casi siempre con sustancias ásperas como el sulfuro de plomo y el carbón vegetal. Las pinturas faciales de color marrón rojizo eran arcillas específicas con un alto contenido de hierro para darles ese color y también usaban remedios antiarrugas hechos con bilis de buey y huevos de avestruz. En comparación con otras culturas de la época, los egipcios eran muy vanidosos y se enorgullecían de su aspecto. Además de los cosméticos y perfumes, los antiguos egipcios fueron los primeros en elaborar jabón a partir de un agente de limpieza natural llamado saponita, que se extrae de la saponaria o hierba jabonera al que añadían grasas animales y aceites fragantes. Fueron muy populares los productos suavizantes para el cuerpo, y los primeros exfoliantes cutáneos aparecieron hacia el año 1000 a .C. Se elaboraban con polvo de piedra pómez y, tanto egipcios como asirios, se frotaban el cuerpo con puñados de arena. Los antiguos griegos también tenían conocimientos sobre cosmética, aunque el rimel que elaboraban con una mezcla de goma y hollín pueda parecer tosco. Las mujeres se pintaban las mejillas con pastas vegetales, de bayas y semillas machacadas, para conseguir un aspecto saludable. Desgraciadamente para ellas, también se inclinaron por la peligrosa costumbre de utilizar albayalde (carbonato de plomo) y mercurio para el rostro. Sin saberlo, la piel absorbía estos metales duros que ocasionaban muertes prematuras. Esta tendencia funesta continuó a lo largo de siglos por las mujeres romanas que siguieron con los mismos cuidados de belleza. Volviendo a Egipto y Roma es conocido que Cleopatra confiaba en varias decenas de remedios naturales para mantener sus legendarios poderes de seducción, empeño que cambió literalmente el curso de la historia. Se dice que Marco Antonio se embriagó con el perfume de aceites de rosa y pachulí que ella llevaba en la piel y que las relucientes sombras de ojos azules y verdes, elaboradas a partir de piedras semipreciosas como el lapislázuli (mineral de color azul intenso) y la malaquita (carbonato de cobre), molidas finamente, poseían una finalidad tanto práctica como cosmética, ya que protegían la piel de los ojos de los intensos rayos solares aunque tal vez a Marco Antonio no le resultaran tan sugestivos los pintalabios y coloretes de Cleopatra pues se conseguían a partir de pigmento rojo oscuro de escarabajos aplastados y del polvo de huevos de hormiga. Pero, pasó el tiempo y llegó la Edad Media , y con ella prevaleció el concepto religioso de que incentivar la belleza femenina era pecaminoso. Los sacerdotes católicos intentaron eliminar todas las prácticas que permitían hacer más atractivas a las mujeres. Algunos aseveraron que era un enfrentamiento con la cultura árabe, que realzaba los afeites, los baños olorosos y los masajes. No vale la pena, y menos a estas a estas alturas en que los papeles se han invertido, especular acerca de las razones, pero en definitiva el resultado fue una época larga, oscura. La Edad Media supuso la decadencia de las prácticas de embellecimiento, pero lo que más daño hizo fue el abandono de los conceptos de higiene, el baño entre ellos, que propició no pocas enfermedades. Aún así, y a pesar de la falta de aseo cotidiano, las mujeres continuaron utilizando algunos tipos de maquillaje, si bien el carmín sólo lo usaban las prostitutas. Fue durante los siglos XV y XVI, la gran transformación del Renacimiento, y con ello el gusto por los placeres, la belleza y el cuidado de la piel. Las venecianas que además del rostro se maquillaban los pechos, gustaban de los perfumes traídos de Asia, el azmicle, ámbar, sándalo, incienso, mirra y clavo de especias. La moda de la cosmética llega a Francia de mano de Catalina de Médicis. Se introducen unos perfumes como el neroli, el ámbar y el franchipano. Las manos se suavizan con miel y limón. Como dentífricos se usan las hojas de salvia mezcladas con mezcla de opio y carbón de madera.
Los productos cosméticos contienen fresa, frambuesa, naranja, limón, miel, nardo. Se escriben tratados sobre belleza, y surgen las primeras casas de cosmética. En la vieja Inglaterra un defensor del baño diario en esa época fue el príncipe regente, más tarde el rey Jorge IV, quien instaló un cuarto de baño en sus estancias de Brighton. La bañera, exclusiva para los hombres, se llenaba con una mezcla de agua caliente y leche con semillas de lino (linaza) para suavizar la piel. Con la llegada al trono de la reina Victoria , se extendió por todo el país el fervor por el baño. Sin embargo no había cremas para la piel o cosmética en la buena sociedad, donde tan sólo se calificaba de respetable un toque de agua de colonia. Al aire libre se protegía siempre el cutis con velos verdes (decían que el color blanco atraía los rayos del sol) y sombreros de alas anchas. Los victorianos desaprobaban la vanidad pero consideraban el aseo como algo cercano a la santidad. El jabón estaba más al alcance de aquellos que se lo podían permitir, aún cuando no fue hasta mediados de siglo que se construyeron baños en el interior de las viviendas. Hasta entonces los baños se realizaban en una bañera de ojalata delante de la chimenea del salón. En este momento, ya el jabón se vendía en largas barras sin marcas que se cortaban en el mostrador de la tienda. También en Inglaterra, el primer jabón lo fabricó en 1884 un tendero de Lancashire llamado William Hesketh Lever. Tuvo la brillante idea de fabricar pastillas de jabón ya cortadas y las estampó con la marca Sunlight. La demanda superó la producción y, en 1888, William Lever compró una parcela en Mersey para ampliar su floreciente industria. Aunque hoy parezca obvio, la idea de Lever de dar un nombre a una pastilla de jabón para uso doméstico, envolverla de forma adecuada y venderla con entusiasmo, suponía un concepto de publicidad totalmente nuevo. A partir de esos humildes comienzos surgieron marcas famosas de jabones como Lux, Lifebuoy y Shield, y nació la poderosa multinacional de detergentes Lever Brothers que sigue siendo hoy una de las mayores multinacionales proveedoras de jabón del mundo con el conocido nombre de Uni Lever. Ya a principios del pasado siglo XX, apareció un reportaje que relataba como la famosa actriz Sarah Bernhardt añadía 200 g de flores de malvavisco y 1,5 Kg de salvado a su baño diario. También se apoyó el Eliminador de arrugas Bernhardt: una crema de pasta de aluminio, leche de almendras y agua de rosas. En los últimos años, la industria de la cosmética y los productos de tocador ha invertido millones de euros en la búsqueda del elixir de la juventud que elimine todas las arrugas. Y así han aparecido nuevos ingredientes en escena como, por ejemplo, el colágeno bovino (hecho con grasa de vaca), con la promesa de ser capaz de alisar la piel y conseguir un aspecto juvenil. El problema es que las moléculas de colágeno son demasiado voluminosas para penetrar siquiera en las capas más superficiales de la piel. Posteriormente se inventaron nuevos sistemas transmisores para llevar ingredientes complejos a la piel con el objetivo de que llegaran a las células cutáneas envejecidas y poder” rejuvenecerlas” Se desarrollaron los microscópicos liposomas para que se filtraran a través de la piel donde, en teoría, descargarían sus ingredientes activos en cada célula. Entre esos ingredientes activos se encuentran vitaminas, ácidos grasos esenciales, ácidos de frutas, azúcares… Pero fijémonos en esta breve historia que hemos realizado sobre usos de cosméticos, inimaginables para nuestra época y comprobaremos que su principal objetivo era la limpieza personal, realzar las partes bellas de nuestra anatomía y por el contrario ocultar las imperfecciones y lo que era mas importante, la mayor preocupación que tenían nuestros antepasados que se podía resumir en una frase muy simple: no querían envejecer. Naturalmente cualquier método antiguo o moderno que pueda borrar de la piel el paso del tiempo, era y es siempre bienvenido y así desde los tiempos en que la reina Mit-Hotep utilizaba sus ungüentos, la romana Popea (que viajaba con su bañera para utilizar la leche de burra), o la actriz Sara Bernardt con su eliminador de arrugas, se persiguieron toda clase de métodos para lograr este objetivo, logrado en parte por la moderna cosmética, basada en su mayor parte en productos sintéticos. Ahora bien, vivimos rodeados de química. Desde los materiales de construcción con los que están construidos nuestros hogares, hasta la pintura y barnices de paredes y muebles, pasando por productos de limpieza e higiene; todo ello sin olvidar las cantidades de conservantes, colorantes y todo tipo de aditivos camuflados en la comida Ante tal sobre exposición química, cada vez somos más los que nos decantamos por lo natural , ya sea en nuestra alimentación diaria como en gestos tan sencillos, pero tan fundamentales como la higiene y el cuidado diarios y en esta línea esta el producto que hoy nos ocupa. Ya en otro de nuestros artículos nos hemos referido a la serendipia o como los grandes descubrimientos se hacen casi siempre de forma casual y eso fue lo que paso precisamente con uno de los productos que vamos hoy a tratar: la baba de caracol, porque aunque se conocía su efecto curativo desde la existencia de este animal sobre la piel (el caracol regenera su propia cáscara cuando se resquebraja utilizando su baba), consignado por médicos y naturalistas de la antigüedad y la medicina popular, a través de un repertorio de conocimientos empíricos fue al observar como los cultivadores de caracoles (que tan buscados han sido en gastronomía) curaban rápidamente los pequeños cortes y heridas que se producían en el manejo de estos animales. Esto hizo pensar que había algunas sustancias específicas en esta secreción, que comunicaban a la piel su papel protector y estimulante Es más, la piel de sus manos nunca tenian manchas y mantenía un correcto trofismo e hidratación, a pesar del duro trabajo realizado. Otro dato vino a sumarse a los anteriores. Desde el descubrimiento de la radiación X , a finales del siglo XIX, comenzaron a aparecer casos de irradiación de la piel, de muy difícil tratamiento. Uno de los medios de reparación de estas lesiones fue la aplicación de la baba de caracol, que contribuía a mitigar los síntomas y mejorar la calidad de la piel. La sorpresa generalizada fue comprobar que la baba de caracol contenía un complejo de sustancias de acciones específicas sobre la piel, en especial, trófica, reparadora, antiséptica y exfoliante. De todo su complejo contenido, las principales sustancias activas son:
1. La alantoína. Se ha comprobado que la alantoína (químicamente la glioxil-diurea) es un estimulante de la epitelización de la piel por estímulo de la proliferación celular. Ayuda a eliminar los tejidos necróticos, inviables, sustituyéndolos por tejidos nuevos. Otra de sus acciones es actuar como anti-irritante, protegiendo la piel de la acción de sustancias ácidas o alcalinas, jabones o aceites. La Food and Drug Administración, la exigente Agencia de comprobación de medicamentos americana, aprueba la utilización de la alantoína en diversas indicaciones para el mantenimiento del buen estado de la piel.
2. Proteínas y vitaminas, que el caracol obtiene a través de su alimentación vegetal. Las proteínas contribuyen al buen estado trófico de la piel, pero las vitaminas tienen, además, propiedades antiinflamatorias, que en este caso potencia la acción de los antibióticos naturales contenidos en el mismo sustrato.
3. Antibióticos naturales. Contenidos igualmente en la baba de caracol, son sustancias capaces de actuar contra bacterias presentes habitualmente en la piel, en especial la Eschericia Coli, el Staphylococcus aureus, la Pseudomona Aeruginosa y el Acné vulgaris, protegiendo de su infección.
4. Colágeno y elastina. Estos dos importantes componentes de la piel se encuentran también en la baba del caracol.
5. Ácido glicólico. Una de las grandes novedades de la cosmética ha sido la introducción de los hidroxiácidos, que aplicados a la piel y según su concentración, pueden producir desde una ligera descamación hasta un peeling intenso. Uno de los más utilizados en la actualidad es el ácido glicólico, que también está presente en la baba de caracol a una concentración capaz de producir una suave eliminación de las capas más superficiales de células muertas, y promoviendo su sustitución por células recientes, formadas bajo el estímulo de la alantoína.
El ácido glicólico, por la eliminación de capas superficiales de la piel, también es útil para el cuidado de la piel al sol, cicatrizar cortes y desvanecer manchas.
¿Que efecto tienen estos componentes sobre nuestra piel?
Innumerables pero hay que destacar que: Es un poderoso anti ansiedad (arrugas de la frente, ojos etc. prácticamente desaparecen), borra cicatrices, (aún las más profundas o antiguas), elimina cicatrices de acné y ataca directamente la bacteria que lo produce, curándolo definitivamente, elimina marcas de quemaduras o de nacimiento, suaviza en un alto porcentaje las estrías y celulitis, es recomendado en tratamientos post-cirugía, para evitar la formación de queloides y cicatrices, modera y hace prácticamente invisibles, marcas de enfermedades de la piel, elimina las células muertas, o disfuncionales, dando lugar al desarrollo de células sanas. Elimina las manchas antiesteticas de las manos y otras partes del cuerpo etc. Quién diría que estos pequeños moluscos lentos y babosos serían la solución al envejecimiento y a las manchas de la piel. Ahora bien, para poder disfrutar de todas estas propiedades que hemos de hacer. ¿Dejar pasear media docena de caracoles por nuestra anatomía, intentando aprovechar el reguero de su baba? Evidentemente si hiciésemos esto nos compararíamos con los extraños mejunjes que se ponía Cleopatra. Afortunadamente se ha encontrado la forma de aplicar todas estas ventajas en forma de gel o cremo y en consecuencia no es necesario este paseo de los caracoles sobre nuestro cuerpo ya que tras numerosos estudios y experiencias, se concluyó que la mejor forma de aplicar la Elicina (extracto de baba de caracol) es en forma de crema, cuyo contenido es un 80% de Elicina y un 20% de crema base o excipientes. De esta forma, su presentación es extremadamente agradable, su aplicación fácil, y ya inmediatamente a la misma se nota en la piel la suavidad del producto, comenzando pronto a apreciarse sus propiedades tróficas y reparadoras. Por otro lado, puede ser usado a cualquier edad y tipos de piel sin contraindicaciones Como siempre en estos casos queremos poner una nota de atención sobre estos productos, en lo referente precios y es que en muchos casos estos resultan abusivos. Internet, TVE, radio etc. anuncia determinadas marcas que en muchos casos, se pueden lograr pagando un tercio del valor anunciado en estos medios en Herbolarios y establecimientos de productos alternativas.