Teoría del envejecimiento

El envejecimiento es la resultante de un complejo e intrincado proceso multifactorial en donde la carga genética, los procesos involutivos y la apoptosis (muerte celular programada) y el medio ambiente, demarcan e inician el  inexorable destino de la finitud en la especie humana.
            Una de las teorías actuales que explica dicho proceso es la de los radicales libres, según la cual el envejecimiento se debe a daño celular producido por exposición a radicales libres, que son átomos o moléculas altamente reactivas por contener un electrón no apareado, producidos por el propio organismo como consecuencia de su propio metabolismo y de otros factores, como pueden ser: llevar una vida sedentaria, una dieta inadecuada, fumar, abusar del alcohol y las drogas, estrés, etc. Las consecuencias de estas reacciones implican la desorganización de las membranas celulares, con cambios letales para la célula. Esta teoría se basa en la constatación de la presencia de cuerpos de inclusión pigmentados, que representan productos de desecho intracelular, en células que no se dividen: neuronas, células musculares y cardiacas. Nos referimos a los pigmentos asociados con la edad como son las lipofuscinas.
            En la actualidad, la edad media mundial es de 26 años y, según esa medida, el país más viejo es Japón, con 41 años, y el más joven Yemen con 15. Los demógrafos calculan que, dentro de 50 años, la edad media habrá aumentado hasta los 36 años y para entonces España tendrá una media de edad de 55 años, lo que le convertirá en el más viejo de todos, frente a Nigeria, que será el más joven  con 20 años.
            Globalmente la población mundial de personas mayores crece un 2% cada año, más rápido que la población en su conjunto y para los próximos 25 años se espera que los ancianos sigan creciendo a ritmo mayor que otros segmentos de edad. Pero además, el crecimiento entre los más ancianos también está aumentando y se espera que la población de 80 años, que supone un 12% de los que superan los 60 años, crezca hasta el 21% para el 2050.
            Los radicales libres en general, están involucrados en el comportamiento de diferentes patologías, en las cuales estos elementos pueden estar asociados o ser causa de las mismas. Los radicales libres (RL) desempeñan un papel crucial ya que su acumulación o su hiperproducción va a incidir de manera directa a través de las membranas, el citosol y el propio ADN para que por una parte la magnificación del daño tisular acelere o active procesos patogénicos propios de la vejez. Esto ha llevado a la idea de que, el uso de sustancias con acción sobre estos RL o la creación de fármacos específicos que los destruyan o que simplemente eviten su formación, puede de alguna manera modificar la historia natural de muchos procesos patológicos en los cuales estos RL se encuentren involucrados. Sin embargo, los resultados no han sido muy concluyentes.
            Continuar las investigaciones sobre el estrés oxidativos, para la explicación del binomio longevidad/envejecimiento y aumentar el número de casos en los nuevos proyectos es el único camino en el conocimiento de nuevas sustancias antioxidantes y su interacción farmacológica. El estrés oxidativo actúa sobre los mecanismos reguladores de los genes involucrados en el proceso de desarrollo e involución celular. El nivel de estrés oxidativo está directamente relacionado con el envejecimiento.
La hipótesis más actual es que el envejecimiento es un fenómeno programado.
La actividad antioxidante es aquella que permite neutralizar los átomos de oxígeno.
            El átomo de oxígeno en estado estable tiene 4 pares de electrones y se torna inestable cuando pierde un electrón. El radical libre es un átomo de oxígeno con 7 electrones, que al quedar libre toma un electrón de la membrana celular de un tejido corporal y produce así otro radical libre más. Esto resulta en una cascada de oxidaciones en todos los tejidos corporales. La oxidación es una de las causas de las enfermedades crónicas degenerativas. Los radicales libres están en continua formación en las células del organismo, y en pequeñas cantidades no producen efectos tóxicos ya que son neutralizados por el propio organismo mediante sustancias antioxidantes. Cuando se produce un desequilibrio, que sea por una mayor producción de radicales libres o por una menor acción de los antioxidantes, aparece lo que se llama estrés oxidativo que genera efectos tóxicos y patologías, fundamentalmente enfermedades arterioscleróticas (enfermedades coronarias, accidentes cerebro vasculares, problemas obstructivos de miembros inferiores, aneurismas arteriales). También se producen daños en los ácidos nucleicos, lesiones o mutaciones celulares, que puede derivar en la aparición de determinados tumores.
Ante el avance de enfermedades neurodegenerativas como el mal de Alzheimer, la enfermedad de Parkinson y otras alteraciones neurometabólicas, parece no existir duda en la prevención neuronal que exhibe el uso de los antioxidantes, unido al cuidado de otros aspectos del estilo de vida humana. Solo estudios prospectivos con un mayor alcance en seres humanos eliminarán las dudas existentes al respecto. Una aseveración se impone: ante el conocimiento de varias causas como desencadenantes de estos procesos, los antioxidantes pudieran ser un aporte en la solución de los mismos.
            En general, es muy difícil determinar cuáles son los cambios que se relacionan con el envejecimiento y cuáles dependen del estilo de vida que haya llevado cada individuo. Varios órganos pueden sufrir daños en un grado mucho mayor que el causado por el envejecimiento, como en el caso de las personas que llevan un estilo de vida sedentario, una dieta inadecuada, que fuman y abusan del alcohol y de las drogas. Los individuos expuestos a sustancias tóxicas pueden experimentar un decaimiento más marcado o más rápido en algunos órganos, especialmente los riñones, los pulmones y el hígado. Los individuos que han trabajado en ambientes ruidosos tendrán más probabilidades de perder la capacidad auditiva. Algunos cambios se pueden provenir si se adopta un estilo de vida más saludable. Por ejemplo, dejar de fumar a cualquier edad, incluso a los 80 años, mejora el funcionamiento de los pulmones y disminuye las probabilidades de un cáncer del pulmón. Y, a cualquier edad, la actividad física ayuda a mantener en forma los músculos y los huesos.
            En la actualidad, la alimentación no es solamente una cuestión de supervivencia, sino que se ha ido convirtiendo en una garantía de salud y bienestar. Sin embargo, debido a que cada vez más frecuentemente nuestra alimentación está modificada a causa de la degradación medioambiental (pesticidas, abonos químicos, etc.) y de que los alimentos son más elaborados y sofisticados sufriendo una mayor manipulación (conservantes, colorantes, manipulaciones transgénicas, etc.), los alimentos han perdido numerosos elementos de importancia vital para nuestro organismo. La gente cada vez se preocupa más acerca de su propia salud, sobre una dieta equilibrada, sobre el medio ambiente, etc. y están cansados de ingerir comidas con etiquetas de alimentos vacíos. Como consecuencia de ello, buscan principalmente alimentos que presenten a la vez un alto valor nutritivo y que sean seguros en términos de toxicidad (análisis microbiológico y químico), pero sobre todo los alimentos que se ingieren tienen que ser beneficiosos para la salud. Por tanto, una alimentación correcta y equilibrada es la mejor forma de realizar una verdadera prevención de las enfermedades y de actuar eficazmente como coadyuvante en casi todos los procesos curativos.
            Además, también hay que tener presente que el tipo de vida moderna genera un gran estrés en muchas personas que afectan al organismo debilitando sus sistemas defensivos lo que le predispone a padecer enfermedades más fácilmente.
            Se ha observado que una mayor ingesta de frutas y verduras disminuye el riesgo de padecer enfermedades crónicas debido a su contenido en micronutrientes que fortifican al organismo. De momento, parece que los antioxidantes aumentan la duración del promedio de vida de la población, al prevenir las muertes prematuras, pero no inciden en la vida máxima del ser humano al no prolongar la vida total, pero aumentan la calidad de vida. El estilo de vida, en el que se incorporan alimentos naturales antioxidantes que poseen marcadas acciones beneficiosas en el organismo, parecen ser suficientes para gozar de mejor salud. También se ha observado que no es necesario el aporte de altas dosis de suplementos antioxidantes al día ya que determinadas sustancias, como puede ser el caso específico del ascorbato, ha originado polémicas entre los investigadores, debido a su efecto perjudicial sobre el ADN, lo cual debe convertirse en una reflexión seria para los prescriptores y consumidores de dosis elevadas de vitamina C.